Una excelente forma de empezar a conocer el alma escocesa es vivir un 25 de enero en Edimburgo, cuando los escoceses celebran en pleno invierno la festividad en honor a Robert Burns.
Rinden homenaje a su poeta más célebre con un libro de poemas en la mano y la nariz embelesada por los aromas de un vaso de whisky.
En el transcurso de la tradicional cena, se reservan tres vasos de whisky: uno para el maestro de ceremonias, otro para el orador y, el último, para el gaitero.
La poesía, la hospitalidad y el respeto por la tradición, son las claves del alma escocesa.
Robert Burns, hijo predilecto de Escocia, naturalmente escribió acerca del whisky. En una oda dedicada al haggis, plato tradicional escocés, el bardo compara el whisky con unas perlas ambarinas.
Los escritores escoceses han alabado con frecuencia el whisky. Sir Walter Scott, autor de Ivanhoe y Rob Roy, consideraba el whisky la bebida por excelencia de todo caballero.
La presencia del whisky también es frecuente en las pesquisas de Sherlock Holmes, descritas por el escritor escocés Conan Doyle.
Los aromas que desprende el whisky son las pistas que conducen hasta el corazón escocés. Elemental, mi querido Watson.
